Deseo como simple relato consignar la experiencia obtenida
cuando propuse mi nombre como aspirante a la alcaldía; para lo cual recorrí las
calles, veredas y caminos con la aspiración de obtener el suficiente respaldo
para poder administrar el municipio como alcalde. Las elecciones se realizaron
el 26 de octubre del año 2000, y en esta oportunidad se elige al señor José
Diomédes Páez Ortega con 2068 votos.
A pesar de no haber logrado este propósito, me sentí
satisfecho de haber recorrido las diferentes veredas compartiendo con nuestros
campesinos sus vivencias, creencias y sentir; hablé de sus cultivos, sus inquietudes
y hasta recibí sus indirectas o reclamos por el hecho de encontrarme realizando
esta actividad tan desacreditada por la cantidad de mentiras y engaños que en
otros años los han marcado. Por demás pude confrontar gran información
necesaria para la realización del presente libro.
Encontré un campesino desconfiado, incrédulo de su clase
dirigente, cansado de engaños y promesas, me indicaron cuantas veces en las
diferentes campañas les han prometido el puente, la luz, el mejoramiento de su
vivienda, etc. y hasta la fecha todo sigue igual. Fue frecuente oír de algunas
personas decir: "La política se
volvió una porquería, es cuestión de puros votos, puro negocio, los políticos
prometen todo lo que no pueden cumplir, prometen escuelas, carreteras, hospitales
y después que ganan le voltean la espalda a uno y le niegan hasta el
saludo".
También alguien con justa razón decía “llegó el año 2000 y todo lo mismo, puras mentiras, al contrario vamos
para atrás: no hay palacio municipal,
cuánto brega uno para vender un kilo de café y si se lo compran se lo
pagan a precio de huevo eso no alcanza y las ayudas del gobierno son para los
que tienen plata”. Esta es la voz
del campesino desilusionado de su clase dirigente y que ha tomado la
determinación de no participar en las elecciones, dice que sea el que gane todo
seguirá igual.
Por fortuna existe el campesino optimista, que entiende que
la situación es muy difícil y confían en la capacidad de sus dirigentes, aún
conservan la amabilidad, el don de gente a pesar de su pobreza, están
convencidos de la importancia de hacer la mejor elección para esperar una buena
administración y por tanto bienestar comunitario, personas que “pelean” por la
comunidad, que exigen que las obras se hagan y sobre todo que están pendientes
porque que los recursos se inviertan adecuadamente. Estos campesinos de manos
hendidas por la tierra, de piel curtida por el sol, de hablar sincero
merecieron todo mi respeto, son ellos los que se levantan aun antes del día a
su tarea diaria de labrar la tierra en una acción que ha venido de generación
tras generación.
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