sábado, 23 de marzo de 2019

La Fama de los cucutillenses


Esta situación y los acontecimientos que se venían presentado fueron los que con toda seguridad llevaron a que se le fuera asignando a los cucutillenses en el departamento e incluso en el centro del país una fama de violentos, donde hablar de Cucutilla era sinónimo de persecución y miedo, refiriéndose a sus habitantes con expresiones como:

 Tenía que ser de Cucutilla ...

... donde cortan  el agua a machete

... donde  tocan las campanas a plomo
... donde  trancan las puertas con muertos
... donde no comen sal en la mano
.. donde cargan el agua en canastos.

En cuanto a la fama, es preciso aclarar que hay opiniones divididas, algunos afirman que es una fama injustamente asignada, otros afirman que es “bien merecida” por los hechos que en verdad se presentaron; fama de la cual se hizo alarde por muchos años, pues era frecuente oír frases con sentido amenazante como: Usted no sabe con quien se esta metiendo,... yo soy de Cucutilla; usted no sabe de donde soy yo;  no se le olvide que estamos en Cucutilla.

Por fortuna, después de tiempos violentos llegan tiempos de paz, en abril de 1934 la situación se normalizó como se puede deducir del siguiente artículo. Seguramente por que cesaron las muertes y las autoridades se comprometieron a hacer respetar la convivencia pacífica el señor Obispo cambia su determinación:

“Después de una prolongada tragedia, que paralizó el comercio, la industria y la agricultura, sembrando por todas partes la viudez, la orfandad, el hambre y el destierro.  Cucutilla ciudadela de la fe y del trabajo, empieza a vislumbrar un porvenir muy consolador.
Movido a compasión por los reiterados clamores de aquella martirizada tierra y por garantías del gobierno departamental, el excelentísimo señor Obispo envío al presbítero Jesús Ramírez con un paternal mensaje de paz, favorablemente acogido por todos.  Los labriegos que, cruelmente perseguidos, se habían ahuyentado, sin poder bajar a la población por varios meses, acudieron en tropel durante los días santos en busca de pan espiritual y consuelos...
En todos los semblantes se reflejaban la compasión y el arrepentimiento. ¡Siempre en las manos de Dios el látigo hiere, pero levanta y redime!.
...Quedan todavía en los campos rezagos de bandolerismo, que deben por completo extinguirse.  Pero la labor está comenzada; se ha puesto la primera piedra para la reconstrucción de Cucutilla.  Los buenos vecinos, amantes de su tierra solariega, lejos de censurar y oponer mezquinas trabas, deben asociarse al movimiento”

Con toda seguridad el humilde campesino y la gente de bien volvieron a sonreír al ver de nuevo las puertas del templo abiertas.

Infortunadamente el gobierno municipal y departamental se excedieron en la manera de acabar con los bandoleros y la emprendieron contra los campesinos conservadores culpándolos de ser causantes de robos y asesinatos: “...Terminada la labor de limpieza el 1 de julio de 1934 el capitán Gómez, el teniente Cuellar y el alcalde Martín Ignacio Gélvez expiden un comunicado en que las fuerzas del Ejercito en número de 300 que operan en el municipio, han logrado la pacificación total, y que al efecto habían barrido las fracciones de Camacho, Guaruco, Sanabria, La Peña, El Castillo,  y el Arrizal”. Lo que deja entrever el asedio y persecución a que fueron sometidos los campesinos de Cucutilla.

Para agravar la situación hubo personas que aprovechando los enfrentamientos políticos realizaban sus fechorías en bandas organizadas como lo soportan varios artículos periodísticos: “El miércoles 8 de agosto, en las horas de la mañana, salió de la fracción de Carrizal una cuadrilla de forajidos... y después de incendiar en Morquecha 17 casas, robaron 42 reses, un macho y varios otros animales domésticos...” .

Por este tiempo, víctima de la situación política ocurre la muerte de mi abuelo paterno Celedonio Albarracín, un humilde campesino entregado al trabajo de la tierra y que cansado de correr para un lado y otro, de pasar noches en los cafetales con su esposa y sus hijos, decidió regresar a su casa de bareque en la vereda de Aguadas (por el sector de La Asomada) con la esperanza que la situación se calmara se entrega nuevamente a su trabajo y oración. Infortunadamente nunca pudo disfrutar de la tranquilidad y la noche del 5 de junio de 1936 es asesinado. Muerte que el documento anteriormente referido (sin titulo y autor), reseña en las páginas 19 y 20 así: “...Este asesinato cometido como se ve en 1936, ofrece las características de cualquiera de los años anteriores, y si no comentamos la larga lista anterior, es por no hacer demasiado larga nuestra relación. Pero en el caso de Celedonio Albarracín es necesario comentar: Se trataba de un hombre ya de avanzada edad, que fue asesinado en su propia casa y en las primeras horas de la noche.  Se había obstinado vivir en su tierra... ”. Como él muchos campesinos fueron asesinados por el hecho de llamarse conservadores.


   

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